jueves, 19 de diciembre de 2013

EL PÁRROCO, SACERDOTE PASTOR.

EL PÁRROCO, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO 
“El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho (c. 519). 

“El párroco está obligado a procurar que la palabra de Dios se anuncie en su integridad a quienes viven en la parroquia; cuide por tanto de que los fieles laicos sean adoctrinados en las verdades de la fe, sobre todo mediante la homilía, que ha de hacerse los domingos y fiestas de precepto, y la formación catequética…” (c. 528. § 1). 

“Esfuércese el párroco para que la santísima Eucaristía sea el centro de la comunidad parroquial de fieles; trabaje para que los fieles se alimenten con la celebración piadosa de los sacramentos, de modo peculiar con la recepción frecuente de la santísima Eucaristía y de la penitencia…” (c. 528. § 2). 

“Para cumplir diligentemente su función pastoral, procure el párroco conocer a los fieles que se le encomiendan; para ello, visitará las familias, participando de modo particular en las preocupaciones, angustias y dolor de los fieles por el fallecimiento de seres queridos, consolándoles en el Señor y corrigiéndoles prudentemente si se apartan de la buena conducta; ha de ayudar con pródiga caridad a los enfermos, especialmente a los moribundos, fortaleciéndoles solícitamente con la administración de los sacramentos y encomendando su alma a Dios; debe dedicarse con particular diligencia a los pobres, a los afligidos, a quienes se encuentran solos, a los emigrantes o que sufren especiales dificultades; y ha de poner también los medios para que los cónyuges 
y padres sean ayudados en el cumplimiento de sus propios deberes y se fomente la vida cristiana en el seno de las familias (c 529 § 1). 

“Reconozca y promueva el párroco la función propia que compete a los fieles laicos en la misión de la Iglesia, fomentando sus asociaciones para fines religiosos. Coopere con el Obispo propio y con el presbiterio diocesano, esforzándose también para que los fieles vivan la comunión parroquial y se sientan a la vez miembros de la diócesis y de la Iglesia universal, y tomen parte en las iniciativas que miren a fomentar esa comunión y la consoliden” (c 529 § 2). 

SAN CARLOS BORROMEO A LOS SACERDOTES 
“¿Estás dedicado a la predicación y a la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza. 
¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti. 
Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: «Salmodiaré –dice el Señor- y entenderé». Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que hace; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis, que sea con amor;…”. 
(Oficio de Lectura en su festividad, 4 de noviembre)

LA IGLESIA, COMUNIDAD EVANGELIZADORA. 
PRESBÍTEROS Y LAICOS CORRESPONSABLES 
“La sociedad en la que vivimos pide hoy a los presbíteros desarrollar nuestro ministerio con unas notas constitutivas que nos parecen prioritarias: 

• Hermanos y acompañantes cercanos desde el profundo respeto a cada uno de los bautizados y a la acción del Espíritu en sus vidas. 
• Animadores que sostengamos y orientemos en la vivencia y la celebración de la fe y en el discernimiento evangélico del compromiso. 
• Acompañantes que se dejan interpelar por las vidas de las personas que acompañamos y del mundo en el que vivimos. 
• Sacerdotes verdaderamente “seculares”, que miremos al mundo sin miedos, viviendo el compromiso por la justicia y la dignidad de todos, especialmente de los últimos. 
• Hemos de saber vivir la fraternidad y la afectividad centradas en la comunidad. 
• Hemos de servir a la comunión eclesial, ayudando a desarrollar la dimensión diocesana y la comunión con el episcopado. 
• Hemos de ayudar a los laicos a hacer lectura creyente de sus vidas y de la historia. 

Como conclusión de nuestra reflexión, nos planteamos los siguientes retos para que la Iglesia siga creciendo como comunidad evangelizadora: 

1. Promover comunidades vivas, fraternas y corresponsables que favorecerán el desarrollo de un laico maduro. 
2. Tener una visión positiva del mundo, que promueva una esperanza auténtica, asumiendo lo positivo de la sociedad. 
3. Ser testigos de Jesús convencidos, con capacidad de actualización en los métodos pastorales que faciliten la llegada del mensaje a las personas. 
4. Dar pasos hacia una parroquia y una Iglesia más misionera, superando la pastoral y los métodos de cristiandad y apostando por una pastoral de misión que nos permitan llegar a los alejados de la fe y a los pobres y crucificados de hoy en día. 
5. Promover el trabajo en equipo de los presbíteros en la tarea pastoral y favorecer el trabajo corresponsable entre presbíteros y laicos”. 
COMUNICADO FINAL del XVI Encuentro General Sacerdocio y Acción Católica: “La Iglesia Comunidad Evangelizadora. Sacerdotes y laicos corresponsables” (6 y 7 de abril de 2010). 

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