viernes, 1 de mayo de 2020

CRITERIOS DE ESPERANZA Y VERDAD PARA COMUNICAR

Criterios de esperanza y verdad para comunicar en tiempos de Pandemia

PREFACIO
La Iglesia Católica tiene como misión asumir el mandato del Señor Jesucristo a sus discípulos: “¡Vayan y anuncien la Buena Noticia!”. Conscientes de ello, los cristianos nos sentimos mensajeros del anuncia de salvación y esperanza que comporta el Evangelio y que queremos compartir con todo el mundo. Sin embargo, en tiempos difíciles y de confusión, la alegría del anuncio de Cristo puede resultar difícil. Se puede repetir la experiencia de los discípulos de Emaús, de María Magdalena o de los discípulos que aún viendo, no descubrían la verdad.
Creemos que en los tiempos de pandemia que vivimos se genera mucha confusión, somos bombardeados de noticias de todo tipo e intención. Abundan las fake news, los bulos, la distorsión, la información sesgada o distorsionada. Las redes sociales han hecho que la abundancia de información, incontrolada, nos haga experimentar con fuerza no solo la pandemia sino también la infodemia. El estrés y la angustia causada por el exceso de información o la de origen malicioso puede causar tanto o más daño que la propia epidemia.
Motivados por esta realidad, queremos presentar este elenco de criterios de acción y discernimiento para que la actividad comunicadora que realizamos sirva como instrumento de humanización y construcción de verdad que oriente al hombre hacia el bien común y un ambiente de comunicación veraz. Tener información clara, oportuna y veraz es vital para las comunidades y personas que están viviendo distintas situaciones en esta pandemia. En un cambio de época que privilegia la comunicación debemos ser heraldos de verdad y esperanza para ayudar a contener el avance de COVID-19, la ansiedad y temores provocados por la pandemia y mitigar los daños que produce.

VER
La Iglesia Católica ha recibido la misión de parte de Jesús para anuncia el Evangelio, que se traduce como Buena Noticia o Buena Nueva. Es decir, proclamar constantemente el misterio pascual de Cristo que anuncia que no es el sufrimiento y la muerte el final de toda la realidad humana, sino la resurrección. Esta noticia es el centro de la fe cristiana y el motor de toda la vivencia de la Iglesia.
La Iglesia, presente en el mundo desde hace más de dos mil años ha vivido ya diferentes etapas de la humanidad, incluidas las epidemias vividas en distintas latitudes en todos estos siglos. Las epidemias han permitido que hombres y mujeres cristianos mantuvieran el testimonio de cuidar a los enfermos, incluso a costa de su propia vida. También en tiempos de enfermedad, guerra y hambre la Iglesia ha sostenido con distintas expresiones la esperanza en medio de los que sufren.
Hoy estamos viviendo, para muchos todavía de modo inimaginable, una nueva epidemia de carácter mundial con graves consecuencias para la salud, la sociedad y la economía. La Pandemia provocada por el COVID-19 se suma a los daños que a la salud han venido ocasionando otras enfermedades crónicas y virales.
Estamos viviendo un cambio de época que, en el campo mediático, se privilegia la comunicación por internet y las redes sociales a los medios de información tradicionales. Esto impide el cribado, el discernimiento y selección de contenidos y se promueve la distorsión, la creación o recreación de realidades, la manipulación de cifras y contenidos, las fake news o bulosti Es decir, todos los fenómenos que los especialistas llaman posverdad y que han afectado la credibilidad de lo que ahora se recibe por los medios de comunicación. Por otra parte, la abundancia de información que se genera de modo indiscriminado está generando una infodemia. La infodemia «es una cantidad excesiva de información sobre un problema que dificulta encontrar una solución. Durante una emergencia de salud, las infodemias pueden difundir errores, desinformación y rumores.»1
Sin embargo, en tiempos de emergencia sanitaria, ante la realidad del confinamiento, la mayoría de la gente tiene necesidad de información. Las personas buscan a través de los medios tradicionales, las redes sociales y el internet saber qué es lo que sucede, cómo prevenir, cómo actuar y encontrar soluciones de salud, sociales y económicas.
En ese marco, la cobertura de noticias de la COVID-19 representa un desafío para comunicadores y periodistas, sea por la evolución de la enfermedad, el conocimiento que se va teniendo de su comportamiento, las recomendaciones para la prevención, los contextos políticos e ideológicos en los que se presenta y los intereses económicos en juego.
La tarea del comunicador en este contexto mediático y sanitario le exige un ejercicio de su profesión de modo ético, libre, consciente y responsable. Evitar los sensacionalismos o el escándalo que confunde. Transmitir información veraz y no infundir miedo. Recurrir a fuentes certificadas y confiables. Alentar el optimismo y la esperanza. En tiempos de pensamiento débil, líquido y relativista, el comunicador tiene la privilegiada oportunidad de ser timón y no veleta.

JUZGAR
«Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8,31-31) Estas palabras de Jesús resuenan al interior de la Iglesia y se han convertido en una ardua tarea desde la iglesia primitiva. Las comunidades cristianas han debido asumir la Verdad revelada y buscar reinterpretar la verdad y transmitirla en cada uno de los contextos socio-históricos que les han tocado vivir.
El papel de la inculturación que la Iglesia ha realizado en cada momento histórico le ha llevado a reflexiones, en medio de las culturas, para discernir los que hay de bueno, noble y verdadero en cada una de ellas. La sintonía que las Semillas del Verbo, presente en cada cultura, provoca en la transmisión de la verdad evangélica permite a la iglesia ser promotora de la verdad.
En tiempos recientes, con el desarrollo de los medios de comunicación, la Iglesia ha aceptado su papel protagónico en la sociedad, como claramente lo afirmada el Concilio Vaticano II:
“Entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre todo en estos tiempos, el ingenio humano, con la ayuda de Dios, ha extraído de las cosas creadas, la madre Iglesia acoge y fomenta con especial solicitud aquellos que atañen especialmente al espíritu humano y que han abierto nuevos caminos para comunicar con extraordinaria facilidad noticias, ideas y doctrinas de todo tipo. Entre tales inventos sobresalen aquellos instrumentos que, por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las multitudes y a toda la sociedad humana, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros similares que, por ello mismo, pueden ser llamados con razón medios de comunicación social.” (IM 1)
En su misión evangelizadora la Iglesia ha asumido en las últimas décadas un acercamiento a los medios modernos de comunicación, desde el cine hasta las recientes redes sociales. Pasando por distintas etapas, se han creado distintas comisiones que asumen la tarea pastoral de acompañamiento y atención pastoral a los medios de comunicación y quienes colaboran en ellos. Del mismo modo los ha asumido como un canal de evangelización para su tarea y misión. En los últimos años, los papas y el Pontificio Consejo Para las Comunicaciones sociales han emitido importantes documentos que ahora resultan guías para el ejercicio de comunicación en nuestros tiempos, somos conscientes que «la cultura de la sabiduría, propia de la Iglesia, puede evitar que la cultura de la información, propia de los medios de comunicación, se convierta en una acumulación de hechos sin sentido» (San Juan Pablo II, Mensaje para la XXXIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1999, n3), por eso conviene recordar algunos elementos esenciales que orientan nuestro modo de comunicar en tiempos de pandemia:
Fundamento de la comunicación, la comunicación de Dios con el hombre.
“La historia de la salvación narra y documenta la comunicación de Dios con el hombre, comunicación que utiliza todas las formas y modalidades del comunicar. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, para acoger la revelación divina y para entablar un diálogo de amor con Él. A causa del pecado, esta capacidad de diálogo, ya sea personal o social, ha sido alterada, y los hombres han hecho y continúan haciendo la amarga experiencia de la incomprensión y de la lejanía. Sin embargo, Dios no los ha abandonado y les ha mandado a su propio Hijo (cf. Mc 12, 1-11)ti En el Verbo hecho carne el evento comunicativo asume su máxima dimensión salvífica: se ha dado así al hombre, por el Espíritu Santo, la capacidad de recibir la salvación y de anunciarla y testimoniarla a sus hermanos.
La comunicación entre Dios y la humanidad ha alcanzado por tanto su perfección con el Verbo hecho carne. El acto de amor a través del cual Dios se revela, unido a la respuesta de fe de la humanidad, genera un fecundo diálogo. Precisamente por esto, al hacer nuestra, en cierto modo, la petición de los discípulos “enséñanos a orar” (Lc 11, 1), podemos pedir al Señor que nos ayude a entender cómo comunicar con Dios y con los hombres a través de los maravillosos instrumentos de la comunicación social. Reorientados en la perspectiva de tal comunicación última y decisiva, los medios de comunicación social se revelan como una oportunidad providencial para llegar a los hombres de cualquier latitud, superando las barreras del tiempo, del espacio y de la lengua, formulando en las más diversas modalidades los contenidos de la fe, y ofreciendo a quien busca puertos seguros que faciliten un diálogo con el misterio de Dios revelado plenamente en Jesucristo.”2
Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro.
«Estamos llamados a dar testimonio de una Iglesia que sea la casa de todos. ¿Somos capaces de comunicar este rostro de la Iglesia? La comunicación contribuye a dar forma a la vocación misionera de toda la Iglesia; y las redes sociales son hoy uno de los lugares donde vivir esta vocación redescubriendo la belleza de la fe, la belleza del encuentro con Cristo. También en el contexto de la comunicación sirve una Iglesia que logre llevar calor y encender los corazones.»3
«No se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás a través de la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana»4
La comunicación social al servicio de la persona y la dignidad humana
«La Instrucción Pastoral sobre las comunicaciones sociales Communio et progressio, en continuidad con la Constitución Pastoral del Concilio sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes (cf. nn 30-31), subraya que los medios de comunicación están llamados a servir a la dignidad humana, ayudando a la gente a vivir bien y a actuar como personas en comunidad. Los medios de comunicación realizan esa misión impulsando a los hombres y mujeres a ser conscientes de su dignidad, a comprender los pensamientos y sentimientos de los demás, a cultivar un sentido de responsabilidad mutua, y a crecer en la libertad personal, en el respeto a la libertad de los demás y en la capacidad de diálogo.
La comunicación social tiene un inmenso poder para promover la felicidad del hombre y su realización».5
La Iglesia anuncia Buena Noticia
“Para los cristianos, las lentes que nos permiten descifrar la realidad no pueden ser otras que las de la buena noticia, partiendo de la «Buena Nueva» por excelencia: el «Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1,1)ti Con estas palabras comienza el evangelista Marcos su narración, anunciando la «buena noticia» que se refiere a Jesús, pero más que una información sobre Jesús, se trata de la buena noticia que es Jesús mismo. En efecto, leyendo las páginas del Evangelio se descubre que el título de la obra corresponde a su contenido y, sobre todo, que ese contenido es la persona misma de Jesús.
Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad. En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5): es la palabra consoladora de un Dios que se implica desde siempre en la historia de su pueblo. Con esta promesa: «estoy contigo», Dios asume, en su Hijo amado, toda nuestra debilidad hasta morir como nosotros. En Él también las tinieblas y la muerte se hacen lugar de comunión con la Luz y la Vidati”6
La verdad para combatir las fake news
“La continua contaminación a través de un lenguaje engañoso termina por ofuscar la interioridad de la persona. Dostoyevski escribió algo interesante en este sentido: «Quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás. Luego, como ya no estima a nadie, deja también de amar, y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos; y por culpa de sus vicios, se hace como una bestia. Y todo esto deriva del continuo mentir a los demás y a sí mismo» (Los hermanos Karamazov, II,2).
Entonces, ¿cómo defendernos? El anudoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad. En la visión cristiana, la verdad no es sólo una realidad conceptual que se refiere al juicio sobre las cosas, definiéndolas como verdaderas o falsas. La verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras, «desvelar la realidad», como lleva a pensar el antiguo término griego que la designa, aletheia (de a-lethès, «no escondido»). La verdad tiene que ver con la vida entera. En la Biblia tiene el significado de apoyo, solidez, confianza, como da a entender la raíz ‘aman, de la cual procede también el Amén litúrgico. La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza, sobre el que se puede contar siempre, es decir, «verdadero», es el Dios vivo. He aquí la afirmación de Jesús: «Yo soy la verdad» (Jn 14,6).  El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: «La verdad os hará libres» (Jn 8,32).
Liberación de la falsedad y búsqueda de la relación: he aquí los dos ingredientes que no pueden faltar para que nuestras palabras y nuestros gestos sean verdaderos, auténticos, dignos de confianza. Para discernir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende a aislar, dividir y contraponer. La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. Además, nunca se deja de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas. Una argumentación impecable puede apoyarse sobre hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por sus frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscitan polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa.”7
La verdad construye la paz
“El mejor antídoto contra las falsedades no son las estrategias, sino las personas, personas que, libres de la codicia, están dispuestas a escuchar, y permiten que la verdad emerja a través de la fatiga de un diálogo sincero; personas que, atraídas por el bien, se responsabilizan en el uso del lenguaje. Si el camino para evitar la expansión de la desinformación es la responsabilidad, quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias. Éste, en el mundo contemporáneo, no realiza sólo un trabajo, sino una verdadera y propia misión. Tiene la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas.  Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas. Por eso la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz.
Por lo tanto, deseo dirigir un llamamiento a promover un periodismo de paz, sin entender con esta expresión un periodismo «buenista» que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos. Me refiero, por el contrario, a un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal”.8
De las redes a la comunidad
“El contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro.
La comunión a imagen de la Trinidad es lo que distingue precisamente la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje”.9

ACTUAR

Comunicación
Oportuna
Veraz
Informa
Demostrada
19 criterios para una comunicación que transmita verdad y esperanza:

1. Tener la convicción de que la verdad sobre las cosas existe, debe ser buscada y buscada en comunidad para evitar los riesgos del relativismo, la parcialidad y la subjetividad.
2. Ejercer una actividad comunicativa y comunicóloga desde una ética que ponga al centro a la persona y su dignidad. Evitar ser mercenarios de la comunicación y más bien heraldos de la verdad y la paz.
3. Evite enfocarse en la persona que ha contraído la enfermedad y respete la privacidad y derecho a la intimidad de los pacientes. Piense en el efecto que la nota puede ocasionar a las personas o instituciones.
4. Reconocer la alteridad o comunicación interpersonal donde en cada polo del evento comunicativo hay personas que tienen los mismos derechos y dignidad, sea el que comunica, el que está al centro de la comunicación o mensaje, y el que recibe la información.
5. Tener un compromiso con la sociedad y el bien común y no con un grupo que resulte beneficiado de la censura o información.
6. Transmitir los hechos verdaderos y objetivos sobre la enfermedad para formar criterios de acción y sensatez y no para infundir morbo o miedo.
7. Verificar las fuentes citadas y recurrir a las instituciones oficiales que generan la información cienufica, exacta y objetiva.
8. La información requiere formación, por eso los comunicadores deben conocer los fundamentos básicos de la epidemia. Se debe usar el nombre correcto de la enfermedad (COVID-19) y del virus (SARS-CoV-2).
9. Se deben evitar titulares, fotos, gráficos o sobrenombres que generen miedo, estigmatización, discriminación o racismo. Dar a una epidemia el nombre de un lugar o país genera prejuicios y daños.
10. La información también es prevención, por eso se debe informar con veracidad las medidas que previenen, contienen o mitigan la propagación de la enfermedad.
11. No difundir falsedad. Evitar ser portavoz de los que por falta de conocimiento o información difunden datos falsos, curaciones mágicas, miedo o sicosis.
12. Utilice un lenguaje asertivo. Evite los estereotipos o el uso de calificativos en los titulares que generen morbo o ansiedad. Evitar el dramatismo en el lenguaje y las cabezas. El uso de ciertas expresiones o palabras pueden influir en la percepción de las personas. Es mejor hablar de modo positivo y evitar las etiquetas a las personas que han contraído el virus.
13. Comunicar para la esperanza. Ante un panorama tan lleno de preocupaciones e incertidumbre, se debe promover un periodismo por la esperanza (Darío Restrepo)
14. Evitar el “mezquinaje” comunicacional. Se debe evitar ocultar información que puede salvar vidas, obligando al usuario a ir a su sitio web, canal, fan page o pagar para conocer la información detallada.
15. Traduzca el lenguaje técnico para su público o usuarios. Cuanto más claro sea el lenguaje, mayor valor tendrá su comunicación. La labor de concientización y prevención tiene mejor resultado si el lenguaje es comprensible para los receptores.
16. Aunque parezca repetitivo insista en las medidas preventivas. Cuanto más se agudice la situación más personas empezarán a seguir las coberturas e informaciones. Por tanto mayor responsabilidad se tiene en lo que se comunica.
17. Mantenga su información actualizada y contextualice para saber en qué momento específico dio la información. Las personas podrán así ubicar mejor el estado de la situación y la enfermedad.
18. Contribuya a las soluciones con sus comunicaciones. “es un momento particularmente bueno, para el periodismo de soluciones: informes exhaustivos y rigurosos sobre lo que está funcionando”10 Esto implica contar historias de recuperación y de superación social. Inspirar aliento y no desolación.
19. Cuide su salud. Un periodista enfermo no podrá informar bien, y además se convierte en un riesgo.
Por: Pbro. Helkyn Enríquez Báez
_________________
1 ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD, COVID-19 consejos para informar. Guía para periodistas, OPS, Washington D.C. 2020, p.2.
2 JUAN PABLO II, Carta apostólica a los responsables de las comunicaciones sociales, (24 de enero de 2005), nn. 4-5.
3 FRANCISCO, Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial De Las Comunicaciones Sociales, (2014).
4 BENEDICTO XVI, Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, (2013).
5 PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, ÉHca en las
comunicaciones sociales, (4 de junio del 2000), n.6.
6 FRANCISCO, Mensaje para la 51 Jornada Mundial De Las Comunicaciones Sociales, (2017).
7 FRANCISCO, Mensaje para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, (2018)ti
8 Idem.
9 Ibidem, Mensa.je para la 53 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, (2019).
10 Red de periodismo de soluciones, “5 ejemplos de periodismo de soluciones en tiempos de coronavirus” en hÄps://fundaciongabotiorg/es/ blog/periodismosoluciones/5-ejemplos-de-periodismo-de-soluciones-en-
tiempos-de-coronavirus (consultado el 26 de abril de 2020 potencia para quienes lo rodean o entrevista. Busque opciones virtuales o telefónicas para realizar su trabajo y reducir el riesgo de exposición.

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